El próximo 1 de enero entra en vigor el permiso por nacimiento, adopción o acogimiento de 16 semanas para los nuevos padres, equiparándose la duración del mismo independientemente de qué progenitor seas.
El nuevo permiso se dividirá en dos plazos: unas primeras seis semanas obligatorias, ininterrumpidas y a jornada completa, posteriores al parto o a la resolución judicial o decisión administrativa, en caso de adopción. Y después, las diez semanas restantes se disfrutarán en periodos semanales acumulados, dentro del año siguiente al nacimiento o al dictamen de la adopción, debiendo éstas acordarse con la empresa, que incluso podría forzar a tomar el descanso a tiempo parcial y/o en determinadas fechas.
El permiso, además, podrá incrementarse una semana para cada progenitor en caso de discapacidad de cada hijo, a partir del segundo. Del mismo modo, tras un parto prematuro y hospitalización superior a siete días, se podrá ampliar el permiso hasta un máximo de trece semanas.
A diferencia de otras regulaciones pasadas, los progenitores no pueden cederse semanas entre ellos.
Ante estas novedades nuestra abogada Nuria Benito comenta:
Dicen que es por perseguir la igualdad efectiva, a mí me parece que es meter con calzador algo que debería inculcarse desde niños, en la escuela, en la sociedad… y no a través de imposiciones que condicionan la organización de la nueva familia, que es la única que sabe qué necesidades tiene y debería ser libre para autogestionarse. También me resulta «llamativo» que los progenitores no puedan ser libres en la cesión de semanas y sin embargo sí permita el legislador que diez de esas semanas estén condicionadas a la negociación con el empleador.
En la teoría se trata de una medida que persigue el ejercicio compartido y real del cuidado de los bebés entre ambos progenitores, a través de ese descanso retribuido que lo facilita. Ahora bien, ¿era realmente una reivindicación social o se trata de una medida que persigue un cambio social que todavía no es real al 100% en todos los hogares? Desde mi experiencia, a través de los permisos de lactancia acumulados, excedencias por guarda legal y reducciones de jornada por la misma causa que venimos tramitando para las trabajadoras (que son en un aplastante porcentaje mayoritario quienes lo interesan), entiendo que la verdadera reivindicación feminista y necesidad real (desde hace años) no pasaba por priorizar la equiparación de derechos a través de igualar en 16 semanas los permisos por nacimiento entre ambos progenitores, sino facilitar que la mujer-madre pueda continuar con su carrera profesional sin renunciar a atender a su bebé más allá de las muy escuetas 16 semanas. Que no tenga que renunciar a cuidar a su bebé recién nacido (porque con 16 semanas ya me diréis qué es), por continuar con su sueño profesional. Porque claro, pretendemos que la madre continúe en su desempeño laboral más allá de su maternidad, pero para ello, a la vista de la práctica habitual que vengo observando desde el inicio de mi andadura profesional, la realidad es que voluntariamente renuncian a ascensos, promociones, viajes, jornadas maratonianas, turnos, parte de sueldo (o a veces todo), e incluso su propio puesto de trabajo, con el fin de acompañar, alimentar y atender a su bebé en los primeros meses de vida.
Como propone Nuria, debemos seguir defendiendo la ampliación de un permiso por nacimiento, acogimiento o adopción para la madre que libremente lo desee, que le permita compaginar su ambición profesional con su deseo natural y biológico de amamantar, cuidar y proteger a su recién nacido, como mínimo, hasta su primer año de vida.