La figura de la madrina de lactancia es una madre con experiencia en LM que ha pasado por el taller, ha crecido, se ha empoderado y presta todo su apoyo a una futura mamá embarazada. La acompaña desde los últimos mese de gestación y en los primeros días de su nueva maternidad. La apoya, sostiene, la ayuda, siempre está disponible…
Han nacido grandes amistades de una relación madrina de lactancia-ahijada como os contamos en el apartado “Madrinas de lactancia”. Hoy queremos añadir una nueva historia, con unos protagonistas muy singulares. Se trata de un padrino, de un padre formado en taller, que ha acompañado a su mujer y a su hijo Pedro desde el primer minuto de vida. Pedro ha sido el mejor padrino que podía tener MªÁngeles, su mujer.
Os dejo con el relato que ellos han escrito para compartir con todos vosotr@s.
Hola soy Mª Ángeles mama de Pedro que justo hoy, 9 de noviembre, hace una año.
El primer día que fuimos al taller de lactancia de Benimámet, cuando aun estábamos esperando a nuestro retoño, empecé a oír hablar de la palabra “madrina”. Carmen María, nuestra magnifica matrona, comentó la importancia de las madrinas en los talleres de lactancia. En ese momento me pareció un término precioso, una persona cercana que siempre te acompaña, con la que siempre puedes contar, pendiente de tus necesidades, de tus inquietudes, era un lujo poder contar con alguien así durante el embarazo, la lactancia y crianza de mi hijo.
Pasó el tiempo y para mi todas las mamas del taller eran mis madrinas, cada una de ellas me aportaba algo especial, cada día que asistíamos aprendíamos algo nuevo a la vez que nos cargábamos de la energía que se desprende en el taller. Así que, no me pude decidir por ninguna, y tampoco sentía esa necesidad.
Hasta que un día y gracias a que me nombraron madrina (muchísimas gracias Natalia), me puse a reflexionar sobre el tema. Entonces entendí por qué no había tenido esa necesidad de encontrar a alguien que me cuidara de esa forma especial que cuidan las madrinas. Ese alguien, lo tenía todos los días con nosotros, pendiente de todo lo que nos pasara, asistiendo con nosotros tanto a las clases prenatales como al taller, apoyándonos en todas las decisiones e involucrado como nadie tanto en el embarazo como en la lactancia y crianza.
Ese alguien es el papá de nuestro hijo, mi compañero incondicional, mi mejor amigo, él me acompaña en la maravillosa aventura de la crianza porque ha entendido como nadie nuestras necesidades e inquietudes y ha sabido comprenderme y escucharme. Él era el mejor padrino que jamás hubiera podido tener y sentí la necesidad de nombrarlo como tal.
Hola soy Pedro, el papá, y quiero deciros a tod@s que el asistir al taller de lactancia y a las clases prenatales, conoceros, escuchaos y compartir conocimientos, dudas, deseos, temores y esperanzas, ha hecho de mí una mejor persona y, además, me ha dado las herramientas para que el viaje más importante de mi vida, la paternidad, haya llegado a buen puerto.
He aprendido a entender las necesidades de mi hijo, quiero verlo feliz, quiero verlo crecer, quiero verlo jugar, quiero verlo aprender, quiero verlo…
He aprendido a entender las ilusiones y necesidades de mi mujer, la importancia de un beso, la terapia de un abrazo, la energía de una caricia. He aprendido que lo más maravilloso de este mundo es la sonrisa de mi hijo, nada me llena más. He aprendido que él lo es todo para mí, y que yo soy necesario para él; he aprendido que todo el esfuerzo, todo el sueño pasado, todo el cansancio acumulado se cura con una mirada suya, he aprendido que no existe un reconstituyente mejor que los ojos de tu hijo. Alguien dijo una vez que cuando tu hijo te coge un dedo por primera vez te tiene atrapado para el resto de tu vida. Pedro ya me ha atrapado, el taller también me ha atrapado y sólo puedo decir, gracias, gracias por todo lo que me habéis dado.