MADRE: Rosa Sáez
HIJO: Fernando
Cuando me quedé embarazada ya tenia muy claro que le quería dar el pecho a mi hijo. Con lo que cuando di a luz y me preguntaron no dudé.
Mi sorpresa y mi miedo fue que al ponérmelo al pecho no se cogía porque yo no tenía suficiente pezón para que él se cogiera, ni él la suficiente fuerza para hacérmelo.
Después de venir varias enfermeras e intentar que el niño se cogiera y no conseguirlo me aconsejaron las pezoneras de silicona.
Mi hijo estuvo toda la noche llorando porque tenia hambre y yo ya estaba desesperada, con lo que a la mañana siguiente cuando me las trajeron y se cogió me alegré muchísimo. Desde entonces y hasta que cumplió los tres meses estuvo mamando con ellas.
Una de las ventajas de las pezoneras es que los chorritos de leche que salen aun cuando el niño deja de succionar se quedan en la pezonera y por lo tanto el niño no se atraganta, ya que el va cogiendo lo que quiere en cada momento.
Son un poco engorrosas porque conforme se van mojando con la leche se van soltando y te van cayendo la leche que tiene acumulada.
También porque tienes que limpiarlas cada vez que acabas (que al principio es muy seguido). Porque si te vas de casa y te las dejas no puedes dar de mamar a tu hijo. Y dicen que con ellas la leche va disminuyendo hasta quedarte sin ella, cosa con lo que no estoy de acuerdo porque yo tenía la misma cantidad antes con ellas que ahora sin ellas. Me decían que como el niño mamaba con pezoneras y desde el primer día le había puesto el chupete no se quería coger luego al pecho porque lo extrañaría.
A los 3 meses y poco a poco, me fui quitando las pezoneras, los primeros días mamaba poco y más seguido pero luego él se fue regulando y hasta hoy.
Yo les estoy muy agradecida porque sin ellas no hubiera podido alimentar a mi hijo como era mi deseo, con mi propia leche.